miércoles, 15 de febrero de 2017

LA SENTINA

Cuando el Presidente Zapatero pronuncio la frase: “España se encuentra en la Champions League de la economía", el desastre ya se había producido.
Esa irresponsable expresión, que la Historia juzgará, buscaba cegar a los españoles de la realidad en la que vivíamos.
El "guiso" que llevaba años "cociéndose" rebosó la "olla", y ya no fue posible esconder los "ingredientes" que contenía.
El enorme "recipiente" del Sistema Financiero español, contenía una ingente cantidad de "porquería" que era preciso recoger.
Las campanas tocaron a rebato para que las cabezas pensantes intentaran poner a buen recaudo toda la basura que el "pote" contenía.
La Champions League de la Economía, se había transformado en una pestilente cloaca de dimensiones nunca antes conocida.
Como un "castillo de naipes" el edificio del Sistema Económico se derrumbó, casi, en su totalidad, produciendo un desastroso "efecto dominó" que aún sufrimos.
¿Qué hacer ante semejante acumulación de "basura" financiera?
Había que ocultarla de la vista de los "comensales", como primera medida. Después, (se hizo algo muy español), ya veremos.
No era sencillo encontrar un "recipiente" de tamaño adecuado para acoger en su seno los miles de millones de euros de pérdidas que acumulaban las Entidades Financieras; por lo que hubo que modificar la estrategia, y dividir el reparto de la “maloliente” carga.
Se diseñaron varías "sentinas" en las que guardar la basura financiera.
Pero un escollo no previsto se interponía en la solución del problema. Más de la mitad del Sistema Financiero Español, tenía un Régimen Jurídico muy particular que impedía su capitalización, aunque sólo fuera contable. Ese cincuenta por ciento eran Las Cajas de Ahorros, que jurídicamente no eran "nada" que encajara fácilmente en la Legislación Mercantil española. No eran Sociedades Anónimas; no eran Sociedades de Responsabilidad Limitada; no eran, ni tan siquiera, una Comunidad de Bienes, que, aunque carecen de personalidad jurídica, tienen un régimen legal y fiscal que las regula.
Las Cajas se regían por sus propios estatutos, y les era de aplicación la Ley de Sociedades Anónimas y la Legislación Mercantil y Fiscal, por analogía en su actividad.
Para que las "sentinas" de las Cajas pudieran abrirse, debían cambiar su régimen jurídico, a "uña de caballo" porque el tiempo apremiaba.
Se fueron aportando soluciones más o menos imaginativas, apareciendo figuras jurídicas de lo más innovador, como fueron los " Sistemas Integrales de Protección" (SIP en adelante).
¿Qué es un SIP? En resumen, una especie de Asociación de avales y contravales integrada por varias Cajas.
Estos SIP se formaron, principalmente, para garantizar a sus integrantes el acceso al Mercado Interbancario, y cubrir en caso de necesidad los reembolsos de las emisiones de empréstitos, en caso de no poder hacerlo el emisor.
Sin embargo, esto no era suficiente para solventar el problema principal, que no era otro que la capitalización de las Cajas. Con la "basura" aflorada y la normativa comunitaria conocida como MiFID, era impensable acudir a los instrumentos tradicionales que las Cajas habían usado para aumentar sus Recursos Propios: Cuotas Participativas, Obligaciones subordinadas, Participaciones Preferentes,...etc.
No quedaba otra solución que convertir las Cajas en Bancos; pero, ¿cómo hacerlo?
Se constituyeron Bancos, cuyo capital social estaba integrado por el neto patrimonial que en Balance tenían las Cajas Integrantes, dejando fuera, únicamente, los Fondos de la Obra Social, que serían tratados más adelante.
Las "sentinas", con mayor o menor éxito fueron gestionando la "basura"; sin embargo, una de ellas recibió más "basura" de la que podía digerir: Bankia.
Los netos patrimoniales de algunas de sus integrantes colocaban al nuevo Banco en situación de casi "Quiebra Técnica" por lo que había que buscar capitales adicionales con que cubrir el balance.
La única solución, salir a Bolsa. Y es aquí donde todo se descontrola.
Los mercados de inversores institucionales, o grandes inversores, no veían con claridad el experimento, y exigían enormes primas de riesgo, lo que hacía caer la cotización de la acción hasta niveles de desincentivar al más optimista. Y este es el momento en el que se toma la peor decisión; mantener ficticiamente la cotización de la acción de Bankia, y lanzarse como posesos a colocarlas entre la clientela, usando las viejas tácticas de abusar de la confianza que los clientes tenían en los empleados que les habían atendido durante toda la vida sin ningún problema.
Los empleados, como siempre ocurre en estos casos, sabían que lo que estaban comercializando era "basura"; pero, eran órdenes, y había que cumplirlas. Y esas órdenes llevaban un corolario: De que esta operación salga bien, depende tu puesto de trabajo. Y claro, eso son palabras mayores.
La "basura" se colocó; pero, no pudo taparse durante mucho tiempo el "pestilente" olor que despedían los títulos.
El resto es de todos conocido.

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