sábado, 20 de febrero de 2016

EL CORAZON

El pasado día 20 de diciembre, se celebraron elecciones generales en España con el resultado de todos conocidos.
Desde un primer momento, la mayoría supimos que esa composición de Parlamento iba a generar problemas de formación de gobierno, y que serían necesarios pactos entre los partidos.
Sin embargo, lo que muchos no esperábamos, yo al menos, era asistir al espectáculo tan lamentable y deprimente que nos están ofreciendo los líderes de los partidos políticos. 
Visto el derrotero que están tomando los acontecimientos, es más que probable que debamos acudir de nuevo a las urnas.
Esa posibilidad ha despertado en muchos el sentimiento de no volver a participar en espectáculo tan vergonzante, y no ser cómplices de tanta degradación moral, propugnando una abstención masiva, de celebrarse nuevo comicios.
Al igual que a ellos, el corazón me pide quedarme en casa y decir lo que tantas veces ha salido de muchas bocas: " Anda, que les den..."
El carácter del pueblo español es visceral e impulsivo, no siendo muy dado a la reflexión antes de realizar un acto.
Nuestra "sangre caliente" nos lleva a tirar "por la calle de en medio", sin valorar con sosiego las consecuencias de nuestros actos.
De haber nuevos comicios, creo, que los españoles debemos tragarnos el "sapo" de nuestra frustración y decepción; y dejando, por una vez, al lado el frenesí, "pensar" con el cerebro; víscera más sosegada que nuestro impulsivo corazón.
Imaginemos una situación hipotética, en la que el movimiento abstencionista consiguiera movilizar a una parte importante del electorado, y tan sólo el 10% del censo acudiera a las urnas. ¿Qué ocurriría?
Pues que el 10% de los españoles decidirían sobre el destino de nuestro país; algo, evidentemente catastrófico para todos nosotros.
Dudo mucho, que de producirse es contexto, los partidos políticos tuvieran la decencia de no aceptar las actas de diputados por manifiesta ilegitimidad.
Si nuestra frustración y decepción en estos momentos es grande, porque han manipulado la voluntad del pueblo y se juega con nuestros votos como si de una partida de póker se tratara; de darse el escenario planteado no podríamos recriminar a nadie los males que de esa situación se derivarían.
Para evitar que esto ocurra, creo que debemos tomar una actitud mucho más  activa en nuestra vida como ciudadanos de pleno derecho; esa pro actividad debe llevar unidas dos actitudes claras que acarreen a los oídos de nuestros elegidos un mensaje claro de que las cosas no van a seguir así. Las dos formas de hacerlo son:
1.- Acudir a las urnas, con mayor fuerza y convicción que nunca.
2.- Obligar a los elegidos, de reproducirse la situación actual, a esforzarse por lograr un gobierno estable conforme a los resultados de las urnas; haciendo oír nuestras voces, como ciudadanos libres, rompiendo las cadenas que nos atan a los partidos políticos.
Hay momentos en la Historia de los Pueblos, en los que el individuo debe dejar de ser una pluma que arrastra el rio, y tomar el timón de la nave que gobierne su destino.  

lunes, 15 de febrero de 2016

LO PROHIBIDO

Que España es el país de las prohibiciones, es un hecho incontestable; algo, contra lo que personalmente me rebelo.
Nuestro ordenamiento jurídico, ese que regula hasta el más mínimo detalle la vida de los españoles, ocupa cientos de Tera Bites; una cuestión que sería fácilmente solucionable si solo se almacenara lo permitido.
En este país, aún, llamado España está prohibido desde el crimen más abyecto, a la entrada de niños en un restaurante. Dentro de ese amplio abanico cabe de todo.
Soy poco amigo de las prohibiciones, algo que quienes me seguís, ya sabéis. Quizás una de las que más me repudia son las restricciones en determinados Monumentos propiedad o gestionados por el mal llamado Patrimonio Nacional.
La semana pasada, junto a un grupo de compañeros, he pasado unos días en la comunidad de Castilla y León, disfrutando de los encantos (que son muchos) de las tierras y costumbres de la zona. El viaje, con un importante componente cultural, incluía la visita a un monasterio (el nombre no viene al caso), gestionado, según nos fue aclarado, por eso que llaman Patrimonio Nacional.
Tan pronto como cruzamos el umbral, aquello se parecía más la cárcel de "Soto del Real" que a un convento de clausura. Un fornido guardia seguridad se hizo, al instante, cargo del grupo de "delincuentes potenciales" y, sin un mínimo signo de cortesía, no informó de que allí dentro todo estaba prohibido: hablar en alto, hacer fotografías (con o sin flash), tocar ninguno de los elementos que se encontraban en su interior. Respirar se nos permitía, pero sin excesos.
Durante todo el recorrido se mantuvo vigilante para que ninguno de los "convictos" estuviera descontrolado, algo que pude percibir en primera persona.
Mi carácter independiente, me llevó a separarme del grupo unos metros, con la "peligrosísima" intención de contemplar un claustro, al que se accedía desde la sala donde se encontraban mis compañeros. De manera inmediata, y sin contemplaciones, fui obligado por las "fuerzas represoras" a reincorporarme al grupo.
Era indignante que veintidós personas fuéramos tratados de aquella manera en un edificio que es propiedad de todos los españoles, que lo mantenemos con nuestros impuestos y pagamos el sueldo de todos los ganapanes que gestionan dichos monumentos.
Las cámaras fotográficas y, ahora, los teléfonos móviles son los grandes asediados por las fuerzas conservacionistas. Nada se puede plasmar con nuestras lentes, bajo la peregrina excusa de que los flashes dañan las obras de arte. Muros, cúpulas y columnas milenarias que han resistido el paso de los tiempos, no pueden ser fotografiados, ni siquiera sin flash para evitar "daños irreparables".
Yo me pregunto ¿qué produce más perjuicio a un cuadro, el ser fotografiado sin flash, cuyo efecto sobra la obra es neutro totalmente, o estar soportando la luz y el calor de unos focos alógenos que le iluminan durante años y años? La respuesta es tan obvia que ni la doy.
¿Cuál es la razón última de estas absurdas prohibiciones?: Siempre la misma: el dinero. Ese afán recaudatorio de nuestro "Leviathan" particular no obliga a que para poder contemplar con detalle y tranquilidad las obras de arte expuestas, debamos pagar nuestro tributo, comprando el librito que a los efectos ha sido publicado.
En este país de nuestras desgracias, sufrimos las más absurdas, e injustas prohibiciones. En España se pueden producir paradojas tan increíbles como que un mismo niño pueda acudir a un espectáculo donde se le representas escenas de lo más violento y sectario; y, una hora más tarde, ese mismo niño tenga vetada su entrada en un restaurante. Y, todo ello, amparado por nuestro Ordenamiento Jurídico.
Reivindico una vez más uno de los principios que conformaron la rebelión estudiantil de "mayo del 68" en la universidad de la Sorbonne de París:

¡¡¡ PROHIBIDO PROHIBIR!!!

viernes, 5 de febrero de 2016

LOS TRILEROS

Trilero: Persona que maneja los triles:
Triler: Juego de apuestas, generalmente fraudulento, que consiste en averiguar, siguiéndolo con la vista, en cuál de los tres escondites que se presentan sobre una mesa se oculta un objeto, previamente mostrado y rápidamente manipulado por el trilero.
Sentadas las bases conceptuales del título de este artículo, prosigo.
En estos días, en el Parlamento Extremeño se están "negociando" los presupuestos de la Comunidad Autónoma.
Por las informaciones que nos llegan, quienes llevan la batuta de dichas negociaciones, es decir el Gobierno del Sr. Vara, actúa más como un trilero callejero, que como un jefe de gobierno.
Esta mañana he leído que, para lograr el consenso con los grupos parlamentarios, iba aumentar el presupuesto en 82 millones de euros.
El Sr. Vara ha instalado su "industria trileril" y ha comenzado a marear los vasitos: "Nada por aquí, nada por allá, ¿dónde están los millones? Los "incautos" jugadores, es decir los grupos parlamentarios, levantan el vasito y... ¡¡Oh milagro!!... ¡Allí estaban los millones!
Contentos por el éxito, comentan a los mirones, que siempre hay: ¡qué listos somos, lo hemos adivinado!
A diferencia del fraudulento juego del triler, la economía real no permite este tipo de habilidades, y los millones no aparecen por mucho que se muevan los vasitos.
En más de una ocasión he ponderado el valor que aportan las hojas Excel a nuestra vida pública. Ellas, obedientes siempre, nunca defraudan a sus dueños. Dan el resultado que sus "amos" demandan; y estos, las presentan como la verdad absoluta.
Sin embargo las hojas Excel, son unas "mandás". Ni pinchan, ni cortan; sólo calculan.
Un presupuesto, que en un primer vistazo parece algo etéreo y sin sentido, no lo es; es algo muy concreto y que tiene virtualidad propia.
Es el principal elemento de la vida de los ciudadanos. Él nos va a marcar lo que podemos y no podemos hacer, en el plano financiero de la cosa pública.
El Presupuesto es, quizás, la parte más sencilla de la Administración Pública; únicamente tiene dos elementos: Ingresos y Gastos.
Algunos dirán que existe un tercer elemento: el Déficit; sin embargo, este no es más que un gasto diferido en el tiempo, incrementado con la carga financiera que es otro gasto más.
Una única regla rige el Presupuesto: el equilibrio. Que no es otra cosa que no gastar más de lo que se ingresa.
Sin embargo, esta simple regla es la que lleva a la aparición de los trileros; mueven los tres vasitos, y la bolita (los 82 millones) aparecen.
Pero claro, como los millones no están, ni se les espera, el trilero debe engatusar a los jugadores para que parezca que ganan.
¿Cómo lo hacen? Sencillo: abren la Hoja Excel de los presupuestos; se sitúan en la columna de Ingresos, añaden unas celdas más, las celdas las rellenan con los números deseados, y...voilá. Ya tenemos el Presupuesto deseado.
Ya se puede decir a los incautos, o no tan incautos, jugadores que pueden gastar en lo que crean conveniente los nuevos millones que, por arte de birlibirloque, han aparecido.

Jugadores y trilero, saben que todo es un fraude; que todo es un engaño; que antes o después se descubrirá el artificio. No les preocupa en absoluto. Tienen cuatro años más para seguir jugando al triler.