El pasado día 20 de diciembre, se celebraron elecciones generales
en España con el resultado de todos conocidos.
Desde un primer momento, la mayoría supimos que esa composición de
Parlamento iba a generar problemas de formación de gobierno, y que serían
necesarios pactos entre los partidos.
Sin embargo, lo que muchos no esperábamos, yo al menos, era
asistir al espectáculo tan lamentable y deprimente que nos están ofreciendo los
líderes de los partidos políticos.
Visto el derrotero que están tomando los acontecimientos, es más
que probable que debamos acudir de nuevo a las urnas.
Esa posibilidad ha despertado en muchos el sentimiento de no
volver a participar en espectáculo tan vergonzante, y no ser cómplices de tanta
degradación moral, propugnando una abstención masiva, de celebrarse nuevo
comicios.
Al igual que a ellos, el corazón me pide quedarme en casa y decir
lo que tantas veces ha salido de muchas bocas: " Anda, que les
den..."
El carácter del pueblo español es visceral e impulsivo, no siendo
muy dado a la reflexión antes de realizar un acto.
Nuestra "sangre caliente" nos lleva a tirar "por la
calle de en medio", sin valorar con sosiego las consecuencias de nuestros
actos.
De haber nuevos comicios, creo, que los españoles debemos
tragarnos el "sapo" de nuestra frustración y decepción; y dejando,
por una vez, al lado el frenesí, "pensar" con el cerebro; víscera más
sosegada que nuestro impulsivo corazón.
Imaginemos una situación hipotética, en la que el movimiento
abstencionista consiguiera movilizar a una parte importante del electorado, y
tan sólo el 10% del censo acudiera a las urnas. ¿Qué ocurriría?
Pues que el 10% de los españoles decidirían sobre el destino de
nuestro país; algo, evidentemente catastrófico para todos nosotros.
Dudo mucho, que de producirse es contexto, los partidos políticos
tuvieran la decencia de no aceptar las actas de diputados por manifiesta
ilegitimidad.
Si nuestra frustración y decepción en estos momentos es grande,
porque han manipulado la voluntad del pueblo y se juega con nuestros votos como
si de una partida de póker se tratara; de darse el escenario planteado no
podríamos recriminar a nadie los males que de esa situación se derivarían.
Para evitar que esto ocurra, creo que debemos tomar una actitud
mucho más activa en nuestra vida como
ciudadanos de pleno derecho; esa pro actividad debe llevar unidas dos actitudes
claras que acarreen a los oídos de nuestros elegidos un mensaje claro de que
las cosas no van a seguir así. Las dos formas de hacerlo son:
1.- Acudir a las urnas, con mayor fuerza y convicción que nunca.
2.- Obligar a los elegidos, de reproducirse la situación actual, a
esforzarse por lograr un gobierno estable conforme a los resultados de las
urnas; haciendo oír nuestras voces, como ciudadanos libres, rompiendo las
cadenas que nos atan a los partidos políticos.
Hay momentos en la Historia de los Pueblos, en los que el
individuo debe dejar de ser una pluma que arrastra el rio, y tomar el timón de
la nave que gobierne su destino.