En
un lejano año de 1971 comencé mis estudios de Económicas. Uno de los primeros
encuentros que en esa aventura tuve fue, con la Sociología. De la mano del
profesor Juan Diez Nicolás, y de su libro “Entre
el funcionalismo y la dialéctica” comenzó un corto viaje por las procelosas
aguas de los comportamientos del Hombre como ser social.
No
me resultó sencillo conseguir arar
aquel campo plagado de conceptos nuevos y desconocidos para mí.
A
medio camino entre la Filosofía y la Sociología, mi cerebro, recién llegado de
las pruebas de Preuniversitario, tropezó
con piedras tan extrañas como: el behaviorismo.
Cuarenta
años después, y con mis neuronas más acostumbradas a lecturas un tanto
extrañas, me he reencontrado con aquel libro de mi ya lejana juventud.
Con
más facilidad que antaño, voy desentrañando los misterios que nuestra vida como
seres de un Grupo Social conlleva.
Escuelas
funcionalistas, o individualistas, son los pilares sobre los que se asientan
las diversas escuelas que estudian el comportamiento social, más conocido como:
behaviorismo.
Los
primeros, consideran al grupo como el
elemento fundamental que determina el cambio social; mientras que, los segundos,
fijan su primacía en el individuo como elemento esencial del comportamiento y
cambio social.
Leídas
las diversas posturas, he de reconocer que, si en un principio mi inclinación,
sin ningún tipo de dudas, era a favor del individualismo, unas páginas más adelante
mi convicción no es tan firme, he pasado a una posición más ecléctica.
Sirva
esta digresión como preámbulo a lo que es la intención de estas líneas, que no
es otra que la de plasmar cómo el cambio
social, no es únicamente resultado de la evolución del pensamiento
individual, sino que viene, en buena medida, condicionado por las influencias
externas a las que el individuo se encuentra sometido en su diario vivir.
Para
mí el principal elemento exógeno a la persona que influye de manera esencial en
los cambios de su comportamiento es: la Televisión.
No
es para nadie desconocido el carácter invasor
que tiene este medio; y la extraordinaria capacidad de convicción que la acompaña;
ya sea de manera directa, o a través de planteamientos que, al ser reiterados,
llegan a forjar eso que se ha dado en llamar: tendencia.
La
tendencia no es otra cosa que el cambio social; un cambio, que se
manifiesta tanto en la persona en su consideración individual, como en la de integrante
de un grupo concreto.
A
través de las denominadas series se
puede ver reflejado ese cambio, que hace que lo que unos años atrás era
extraño, tome carta de naturaleza, un tiempo después.
Una
nueva forma de entender instituciones como la familia, la paternidad, o el
matrimonio, se hacen visibles en aquellas.
La
desestructuración del núcleo que es la familia; la predilección por la propia
persona antes que las responsabilidades asumidas como padre, o cónyuge; la derivación
de nuestros propios errores hacia otros; son un hilo conductor de la representación
de ese nuevo marco de relaciones que han nacido en el seno de familia.
El
mensaje que se transmite llega en ocasiones a tener un marcado carácter de
crueldad, y de hipocresía, difícilmente entendible; no sólo desde un punto de vista
moral, que eso es algo discutible y opinable; sino, de desde un punto de vista
de estricta justicia social hacia los más débiles.
Unas
escenas vistas ayer, han sido el desencadenante de estas líneas.
La
situación tenía como protagonistas centrales a dos menores, y sus padres;
biológicos, y adoptivos. Cada uno de ellos ocupado en sus propias vidas, dejan
a una joven adolescente la responsabilidad de cuidar a su hermana menor.
La
adolescente se comportó como tal, y sin que la sangre llegara al rio, cometió un
pecado de juventud. La menor de las hermanas llamó a su padre adoptivo,
responsable de su custodia, que se encontraba dándose un revolcón con una dama, y no atendió la llamada; por lo que la
pequeña recurrió a la policía, provocando el lógico revuelo, y la llegada
masiva de madre, padres, y amante la madre.
El
guionista, o los guionistas, lejos de plantear la ficción en términos de recriminación
sobre el comportamiento de los adultos; hace, o hacen, que estos trasladen a la
adolescente sus propias irresponsabilidades, siendo ella el blanco de sus iras.
Es
una ficción; pero, que no deja de ser el fiel reflejo de un cambio social que, del individuo deriva
en el grupo.
A
ese cambio social, que no es siempre
ficción, es en términos de behaviorismo:
la ausencia de responsabilidad de nuestros actos, y de nuestros compromisos.
El
individuo se ha tornado en irresponsable como individuo, y como integrante del
Grupo Social en el que está inmerso. No asume que es él el que debe ser responsable
de sus actos; y tiende a derivar estas hacia otros, en una flagrante dejación
de sus compromisos.