Quizás,
la figura más respetada a lo largo de la Historia de la Humanidad fue la del Maestro. Desde los tiempos en que la
Cultura griega dejó para la posteridad a los más grandes pensadores, cuyas
enseñanzas han sobrevivido a los siglos, hasta nuestros días, ellos marcaron el
devenir de miles de millones de Hombres.
Desde
Sócrates, cuya sabiduría no ha tenido parangón, hasta “Don José”, ese maestro de pueblo de traje raído y camisa con cuello
dado del revés, que vivía en la indigencia, forjaron los Hombres de los siglos.
Sin
embargo, no hace mucho, todo cambió. “Don José” dejó de serlo para convertirse
en “Pepe”. El Maestro dejó de ser tal para convertirse en un funcionario “colega” y “Enrollao” .
Pero,
si esa decadencia ya era patente, hechos recientes han sacado a la luz lo que nunca
se habría llegado a imaginar la mente más crítica.
Unos
días antes de escribir estas líneas, un extraño episodio ocurrió en la
Universidad de Extremadura. Presuntamente, como consecuencia de un “error” humano, se pudo acceder, sin
necesidad de usar medios delictivos, a los exámenes de acceso a la Universidad.
Hecho
del que, presuntamente, se beneficiaron unos pocos alumnos (nadie los sabía
cuantificar) llevó a las autoridades a tomar una controvertida decisión como
fue la de repetir los exámenes. Tal medida fue criticada por muchos, y defendida
por otros. Yo me encontraba entre los críticos, y así lo manifesté en
reiteradas ocasiones.
Sin
embargo, no hace aún ni veinticuatro horas, el asunto tomó una deriva inesperada, y ciertamente preocupante; mucho más grave de lo que una filtración podría significar.
En
una de las denominadas Redes Sociales,
el debate se establecía en unos términos concretos; fundamentalmente en dos
aspectos: las responsabilidades de la Universidad, y la repetición de los
exámenes.
Sin
embargo, todo cambio cuando una persona cuyo nombre no se si es verdadero o
inventado, identificado como profesor (algo que tampoco sé si es cierto) afirmó
que el hecho referido no sólo era conocido por unos pocos alumnos, más o menos
espabilados; sino, que el referido examen filtrado
había llegado a sus manos; lo había resuelto a sus alumnos, a los que impartía
clases particulares; y que estos habían realizado – obviamente- un magnífico
examen.
A
este reconocimiento, le contrapuse mi opinión; que no fue otra que la de
recriminarle que no hubiera denunciado dicha filtración ante las autoridades
académicas y gubernamentales, y haber impedido la celebración de la prueba de
acceso a la Universidad.
En
su descargo a mi crítica afirmó que, muchos profesores de Institutos sabían tal
cosa; y que habían resuelto el examen, circulando las resoluciones a través de
mensajes de una conocida red de mensajería móvil. Como corolario a su “defensa” afirmó que, el asunto se les
había ido de las manos a los docentes implicados; y que él no dijo nada porque esa
no era su obligación.
Si
es cierto o falso todo lo dicho, no lo puedo saber; sin embargo, la forma en la
que dichas afirmaciones fueron realizadas, parece que no están demasiado
alejadas de la realidad.
Muchas
cosas comenzarían a encajar en este extraño asunto. Una de ellas, la escasa
participación de estudiantes en las protestas por la repetición de los
exámenes. Otra es, el escaso interés que se ha puesto por parte de las
autoridades académicas en dar explicaciones de lo realmente ocurrido, y
encontrar al responsable; pretendiendo tapar el escandalo con una medida salomónica.
Nada
de lo relatado por el interlocutor autoinculpado
carece de lógica (probarlo es otra cosa). Pero en aplicación de esta, las
piezas comienzan a encajar bastante bien; y las conclusiones a las que llego
son demoledoras.
Si
los propios docentes han sido la correa de transmisión de este fraude masivo;
si los obligados a defender los valores morales de la honradez, la honestidad,
el juego limpio han lanzado a sus propios alumnos a la comisión de actos
reprobables; qué podemos esperar.
Pero
el más grave de todos los hechos, si lo anterior no fuera bastante, es que han abierto
las puertas de la Universidad a muchachos cuyos conocimientos académicos no
están acordes a lo que dentro de las aulas les espera.
El
denominado por mí autoinculpado afirmó
que sus alumnos no habrían realizado tan buen examen ni en el mejor de sus
sueños.
Si
todo lo anterior es cierto, y tiene visos de serlo; nuestra Sociedad (ese ente
abstracto al que todos recurrimos) está enferma hasta sus más profundas raíces.
Y no hay galeno que la cure.
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