miércoles, 9 de septiembre de 2020

MiFID

 


Pocos españoles saben, la trascendencia que para muchas vidas han tenido estas cuatro letras, que corresponden al acrónimo de Markets in Financial Instruments Directive.

MiFID es una Directiva Comunitaria que se aprobó para regular y proteger la comercialización de los diferentes Instrumentos Financieros entre los inversores.

Esta Directiva Comunitaria vio la luz en el Boletín de la Comunidad Europea en el año 2004; sin embargo no fue transpuesta al Ordenamiento Jurídico Español hasta el mes de noviembre del año 2007.

La MiFID, tiene un objetivo principal: Proteger a los inversores particulares, ella los denomina “minoristas”, de los posibles abusos que puedan cometer los comercializadores y emisores de los diferentes Instrumentos Financieros. Ya sean acciones, obligaciones, bonos...etc.

¿Por qué un retraso de casi cuatro años en su implantación en España?

Antes de responder a la pregunta, debo situar al lector en un escenario en el que intervinieron diversos “actores”, todos ellos fundamentales para comprender por qué ocurrió lo que ocurrió, y por qué hoy se pagan aún sus consecuencias.

1.- Las Directivas de la UE, únicamente obligan a los Estados, y no se aplican a las personas, físicas o jurídicas, de un país hasta que esa Directiva se encuentra integrada en la Legislación del estado miembro.

2.- BASILEA. Se conocen como “Acuerdos de Basilea” las normas emanadas por el “Comité Europeo de Supervisión Bancaria”, cuyo objetivo principal es velar por la solidez y solvencia de las Entidades Financieras. Solvencia que se trata de conseguir mediante la obligación de que estas tengan un grado de capitalización suficiente (Capital+ reservas+ otros recursos propios) que garanticen una respuesta financiera suficiente a un potencial problema.

Veamos qué papel jugaron estos acuerdos de Basilea en el desarrollo de los acontecimientos, y cómo afectaron, principalmente, a las Cajas de Ahorros.

De los varios componentes del Balance de las Entidades de Crédito que servían como base para el cálculo de los Recursos Propios, uno de ellos era la Inversión Crediticia; una inversión que, en esos años, estaba teniendo crecimientos espectaculares, lo que hacía que a más Crédito, más necesidad de Recursos Propios.

Las Cajas de Ahorros, solamente podían capitalizarse por la vía de los resultados, previa detracción de las Dotaciones a la Obra Social.

Al ser insuficiente esta vía, las Cajas comenzaron a comercializar y situar entre sus clientes, Institucionales y Minoristas, diversos Instrumentos Financieros de alto riesgo para el inversor: Cuotas Participativas (Sucedáneo de las acciones); Obligaciones Subordinadas, Participaciones Preferentes, y otros.

¿Qué tenían en común estos Instrumentos Financieros? La absoluta vulnerabilidad del Inversor en caso de problemas de la Entidad Emisora.

¿Cómo fue posible entonces su colocación entre los clientes minoristas? Se usaron, fundamentalmente, dos acciones: Una.- Ocultar la realidad de lo que se estaba adquiriendo, y, en algunos casos, mentir sobre lo que se vendía, dándole la apariencia de ser un Plazo Fijo tradicional con liquidez inmediata.

Segunda.- Ofrecer por ellos un mejor tipo de interés. Obviamente, de esta manera, no era difícil “colocar” los títulos; todo eran ventajas.

Pero ¿cómo hacer “líquidos” unos activos únicamente reembolsables a su vencimiento? Sencillo: se crearon “mercados secundarios internos", donde la propia Entidad, “casaba” las órdenes de compra con las de venta, y todo, externamente, daba apariencia normalidad.

3.- Llega la MiFID. La Publicación de la Directiva Comunitaria MiFID en al año 2004, desmontaba de raíz todo este “tinglado”, y hacía casi imposible la colocación de estos títulos; lo que implicaba poner  en riesgo el cumplimiento de las exigencias de Basilea sobre Coeficientes de Recursos Propios. Las Entidades usaron todos los medios posibles para retrasar al máximo la implantación en España de aquella normativa, algo que consiguieron durante casi cuatro años.

Las llamadas de atención de la UE, obligaron a España a, de manera precipitada, aprobar y publicar la Directiva.

La dura Directiva Comunitaria, ya hecha Ley en España, hacía casi imposible la colocación de más títulos entre los clientes particulares; pero, era imprescindible  seguir emitiéndolos  para cumplir con Basilea.

Llegados a este punto,  la imaginación se echó al monte. Cada cual buscaba un camino que, bordeando la MiFID, permitiera seguir colocando títulos. Se acudió a empresas “amigas” para que, a cambio de unas buenas condiciones financieras de sus líneas de crédito, adquirieran esos Instrumentos. Al tratarse de Empresas, calificadas por MiFID como "Profesionales" y no de particulares, la ley era mucho menos exigente; pues se considera  que una empresa tiene la formación financiera necesaria para saber  lo que adquiría.

Sin embargo, existía una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento; y, claro, estalló.

Esta bomba no era otra que la “liquidez” prometida a los confiados inversores.

La MiFID obligaba a tramitar las órdenes de venta de títulos según hubieran entrado en el Sistema del Mercado; un Mercado Secundario ya regulado, y que no permitía “casar” las órdenes de venta a capricho de la Entidad, y mucho menos dejarlas en la autocartera o en cuentas transitorias del emisor.

En este escenario comenzaron a surgir las desconfianzas entre los clientes, al no poder las Entidades cruzar las órdenes de venta con las de compra de manera automática, y por tanto el cliente no recibía los fondos invertidos con la rapidez prometida. Esto dejaba al descubierto la realidad: la falta de liquidez de los títulos.

Era vital dar una solución rápida a este problema. De nuevo hubo que recurrir a Entidades de Inversión “amigas” que a cambio de unos intereses adecuados, se comprometían a recomprar los títulos vendidos por los clientes. Estas Empresas catalogadas por la MiFID como "Contra Parte Elegible", estaban casi totalmente libres de requisitos para comprar y vender, con lo cual la tranquilidad volvió a las Entidades, al menos, momentáneamente.

Pero, era tal el número de títulos emitidos que hasta esta solución se colapsó; y ocurrió lo que todos sabemos. Los inversores minoristas se vieron atrapados en un Mercado inelástico y sin liquidez, en el que no sabían que estaban. Siendo propietarios de unos valores que no valían ni el papel en el que estaban impresos.

Muchos, demasiados, aún se encuentran atrapados; y sólo unos pocos afortunados han podido salir de ese “pozo” al que les tiraron sin ellos saberlo.

Más larga y prolija podría ser esta explicación, somera, de lo acontecido; pero, creo que es suficiente para que se pueda entender lo ocurrido.

martes, 2 de junio de 2020

LA PAREJA

Allá por el año 1978, por razones de trabajo, viene a recalar en la ciudad de Teruel. Llegué, sin saberlo, en plenas fiestas de "El Torico". Una especie de sanfermines en pequeña escala, pero no por ello menos bulliciosa. De tanto jolgorio saqué una primera impresión de ser Teruel ciudad de gran vitalidad, y alegría. Era un espejismo. Cuando "El Torico" pasó la ciudad se sumió en una tranquilidad extrema. A pesar de ser verano, a las diez de la noche sólo quedábamos en las terrazas de los bares los "lobos solitarios" como yo, que uníamos nuestra soledad para no estar encerrados en la triste habitación de un hotel. Uno de esos "lobos solitarios", un jueves nos anunció que al día siguiente comenzaba sus vacaciones y que marcharía a la playa con su familia. Nos despedimos de él, como correspondía a los "lobos solitarios" con un: "Bueno, a ver dónde no volvemos a encontrar". El resto de la "manada"  continuamos con nuestros hábitos nocturnos. Comenzó la semana, y la noche del lunes nos reunimos como era habitual a contarnos nuestras penas. Cuando, hete aquí que hizo su aparición aquel que, en teoría, se había despedido para los siguientes quince días. La pregunta no se hizo esperar:
-" Qué haces aquí" dijimos todos a coro.
-" No aguanto a la familia. Así que prefiero trabajar".

Cambiar de forma tajante la forma de vida, no es nada sencillo, y suele acarrear serias discrepancias entre aquellos que, sin estar acostumbrados a una larga convivencia se ven abocados de improviso a ella.
Los largos meses que hemos permanecido encerrados en nuestros hogares, han supuesto una dura prueba para todos. Hemos tenido que compartir no sólo el reducido espacio físico de una vivienda, sino que hemos tenido que abandonar nuestro modo de vida, y acomodarlo, durante veinticuatro al día, a los demás.
La publicidad, institucional o no, nos ha presentado un escenario cuasi idílico de esa situación, lanzando todo tipo de mensajes sobre las supuestas bondades de vivir todos juntos durante días y meses; algo que está muy alejado de la realidad, por mucho que la propaganda oficial y oficialista nos quieran trasladar.
Cuando el dogal parece aflojarse, comienzan a salir a la luz las verdaderas consecuencias de ese estado anormal en el hombre; obligado convivir sin espacio vital propio. En definitiva sin vida propia. Grandes y pequeños hemos desarrollado todo un elenco de patologías psíquicas y físicas que nos será difícil de superar. No solo el miedo al contacto con otros marca nuestras vidas, hemos perdido por el camino buena parte de nuestra independencia que muchos quieren recuperar a toda costa. La ausencia de actividad vital, ha dificultado de manera sustancial nuestra capacidad de diálogo. La monotonía de nuestras vidas ha obligado a largos silencios, cuando no a ser esclavos del mismo tema recurrente; único que alteraba nuestras vidas; unido al también monotema del futuro que nos espera. Sin actividad ninguna, no puede existir un diálogo sano y fluido, lo que conlleva a un cierto aislacionismo de la persona que buscaba tener su propia existencia en las páginas de un libro o en la pantalla de un dispositivo electrónico.
Pocos eran los afortunados, -qué, paradojas de la vida-, que podían disfrutar de un trabajo, por duro que fuera, y llegar a casa cansado de la faena del día, y poder comentar todo lo que de bueno o malo hubiera ocurrido. Hasta aquellos que realizan la ingrata labor de recoger nuestras basuras, me mostraron su alegría por poder estar haciendo lo que hacía. Todo era preferible al estar encerrado entre cuatro paredes durante días interminables.
La paciencia y el espíritu de sacrificio de muchas parejas se han visto sometidas a una dura prueba, habiendo provocado no pocos momentos de tensión entre ellas, añadiendo un plus de complejidad y de desazón a lo que nos ha tocado, y aún nos toca, vivir.
Si las parejas lo tienen difícil, qué decir de los jóvenes. Unos jóvenes llenos de vida, cuyos comportamientos ahora nos parecen irresponsables. Puede que a la vista de algunos, así lo sean; sin embargo, es bastante probable que quienes los criticamos, de tener sus años y su vitalidad, haríamos lo mismo.
No deja de ser paradójico que las mismas sociedades que envían a sus jóvenes a morir en los campos de batalla; sean las que les piden que eludan los riesgos de convivir, que no es otra cosa que vivir. Ellos hacen lo que hizo aquel "lobo solitario" con el que coincidí en Teruel. ¡Buscar su espacio vital!

viernes, 15 de mayo de 2020

EL EJERCITO

Sin saberlo ni quererlo hemos sido reclutado para formar un ejército que debe combatir en una singular guerra. Una guerra en la que el enemigo sabemos que existe, pero al que no vemos. Una guerra en el que los soldados deben combatir sin armas contra un enemigo que les ataca de manera discrecional, sin seguir ninguna regla. Todos hemos sido reclutados de manera forzosa sin que se puedan alegar razones de conciencia o estado físico o mental para no hacerlo. No hay posibilidad de ser Objetor de Conciencia. El reclutamiento no ha distinguido clases, sexo, religión o condición social. Todos hemos sido enviados al frente de batalla a luchar en desigual combate.
El enemigo dispara sus armas a discreción. No se fija un objetivo concreto. Sus balas se disparan sin fijar el blanco, y nadie está a salvo de sus impactos. Las heridas que inflige, como en toda contienda, son diverso grado. Unas leves, y otras mortales.
Como en todo ejército ocurre, los soldados afrontan su destino con diferente ánimo. Como en todo ejército ocurre los soldados tienen miedo, y se enfrentan a él de manera dispar. Unos, incapaces de superarlo, se paralizan y permanecen atrincherados tapando sus ojos y oídos para no ver lo que ocurre a su alrededor. Otros, más valientes o temerarios, superan ese miedo, o sencillamente lo ignoran y salen de la trinchera en busca de su destino. Muchos de los que superan el miedo, o al menos lo amortiguan, precisan de la ayuda que a lo largo de los siglos se ha usado en los campos de batalla: el alcohol o las drogas. En todo frente de batalla, puede escasear muchas cosas, desde la munición a los alimentos; pero, nunca ha escaseado el alcohol. Los generales saben lo que aquel significa para desinhibir al soldado y que este combata casi desde la inconsciencia.
En esta lucha en la que nos encontramos combatiendo, existe un denominador común con algunas de las guerras convencionales que la humanidad ha sufrido. Ese elemento común es: la incompetencia de los generales para dirigir a sus tropas; y la nula capacidad para establecer estrategias que permitan aminorar el número de bajas de sus filas. 
Unas veces optan por la estrategia de la espera. Atrincherando a sus soldados a la espera de que el enemigo se desgaste. Una estrategia de poco sirve porque el fuego graneado del enemigo penetra los endebles muros de las trincheras. Más adelante, lanzan a las tropas a campo abierto y a pecho descubierto, con la esperanza de que así, se justifiquen como actos de heroísmo las perdidas en vidas humanas de manera inútil.
Como tantos y tantos malos generales que han existido a lo largo de la Historia, no han escuchado las opiniones de sus capitanes, a los que no dudaban en relegar del mando o de fusilar si cuestionaban sus decisiones acusándoles de Alta Traición y fusilándolos al amanecer.
Son esos mismos generales que callan las voces discordante, en el paredón de fusilamiento, considerando que sus críticas son un delito de deslealtad o traición.
Todas las guerras son iguales; y todos los soldados son iguales; sin embargo, los generales que guían a las tropas no son todos iguales. Los hay como los descritos; y existen los grandes generales que son capaces de guiar a sus huestes a la victoria, poniéndose ellos los primeros al frente de los ejércitos. Son esos generales que admiten que su opinión no es necesariamente la mejor; y por ello escuchan a sus capitanes. Son esos generales capaces de ser ellos los primeros soldados que arriesgan la vida. Estos buenos generales gozan de la confianza y de la lealtad de todos sus soldados, y siguen ciegamente sus órdenes en la convicción de que el general, gane o pierda, la batalla, vela por sus vidas, incluso por encima de la victoria.
En este ejército que hemos formado sin quererlo, hay demasiados generales y todos malos. Sus huestes son tratadas de manera diferente por los generales al mando, lo que lleva a que aquellas hayan perdido la confianza en ellos; y no pocos hayan tomado el camino de la deserción, a un a riesgo de que la Policía Militar les detenga y envié a prisión.
Los desertores, prefieren morir o vivir sobre sus propias decisiones; que hacerlo desde la desconfianza que le transmiten sus generales.
La guerra en la que combatimos, posiblemente ganaremos; pero, si ello sucede, no será por le buen hacer de nuestros generales; sino, por la labor de toda la clase tropa que habrá logrado que el enemigo se retire a sus cuarteles de invierno. La victoria no se logrará de manera definitiva; porque, este enemigo nunca podrá ser derrotado. En el mejor de los casos lograremos neutralizarlo en sus posiciones durante un tiempo, y estará a la espera de que se den las condiciones propicias para atacarnos de nuevo.

jueves, 14 de mayo de 2020

CINE FORUM

Quienes ya habéis cruzado la barrera de los sesenta, recordaréis la figura de "El Cine Forum"; una suerte de reuniones de índole cultural y político que, so pretexto del análisis y discusión de películas entonces denominadas de "Arte y Ensayo", sorteaba de aquella manera la férrea censura del gobierno sobre los díscolos políticos. 
En esos foros se exhibían todo tipo de películas raras cuya inteligencia era dificultosa, y de temática ecléctica.
Pronto a concluir el visionado de la serie de TV Isabel, voy a realizar mi particular Cine Forum sobre ella, pues creo que merece la pena dedicarle unos minutos a ello. Aquellos que la hayáis visto, este comentario poco les aportará, porque habréis sacado vuestras propias conclusiones, y esto poco o nada o descubrirá. Aquellos que no habéis visto quizás estas lineas os sirvan de estímulo para hacerlo. 
Desde el punto vista técnico, son muchos los valores positivos que tiene; y pocos los negativos que yo le he encontrado. Un pero que quizás tiene la serie, es la de la incorrecta traslación al espectador de los espacios temporales que se suceden a lo largo de ella. Dando al espectador la sensación de que el ir y venir de los personajes se produce como si en el siglo XXI se desarrollara la acción. Mensajeros y embajadores que se mueven de aquí para allá, a distancias inmensas para la época, sin que los protagonistas hayan cambiado de vestuario. 
La elección de los actores, en algunos casos, no ha sido la adecuada, pues se les nota falta de oficio y por ello se ven obligados a forzar las interpretaciones, lo que les hace perder naturalidad.
Pero como digo, en líneas generales, la serie tiene gran calidad y merece la pena verla.
Desde el punto de vista argumental, se nos refleja una época de la Historia de España de una enorme riqueza vital, y de no poca importancia histórica.
Los personajes que en ella intervienen se pueden agrupar en dos grandes grupos: Opresores y oprimidos. Unas categorías perfectamente permeables, y en las que se producían movimientos de continuo. En los que se enmarcan en la primera categoría, un denominador común tienen todos ellos: la desmedida ambición por el poder; de la que no se libra ninguno de ellos, altas instancias de la Iglesia incluidos. En esa faceta, todos son iguales. Las traiciones y las deslealtades hacían un perfecto maridaje en todos ellos; ya fueran Reyes, príncipes, noble, o eclesiásticos.
Los oprimidos eran lo que siempre han sido a lo largo de la historia; aunque en esta categoría, algunos arrastran una pesada carga superior a la de los demás. El llamado "Pueblo Llano" fue el primero; pero no el único. Hijos de la realeza, sufrieron en sus propias carnes el peso de la opresión; siempre justificada por los intereses supremos de la Corona. Manera eufemística que se usaba para enmascarar la anteriormente mencionada de la ambición y el ansia desmedida de poder.
Como corolario de estas situaciones, ya de por sí cruel, nos aparece Dios, Cristo y la Fe Verdadera. Son los tres pilares hipócritas sobre los que se sustentan las acciones crueles que sobre los oprimidos se ejercían. Dios, Cristo y la Fe Verdadera, se presentan como la tabla de la verdad que justifica todo tipo de actos por horrendos que estos sean.
La vida es tos oprimidos en sus diversas categorías, no valía nada; y como nada valía se malbarataba en múltiples frentes. Ya fuera en las innecesarias guerras; ya fuera por la obsesión de convertir a las personas a la Fe Verdadera, ya fuera para lograr alianzas que ampliaran territorios y poder.
Mención aparte merecen las figuras de las mujeres de la corte y la llamada nobleza. La serie nos presenta de manera descarnada y cruel, sus desgraciados destinos como personas; personalidad que literalmente se nos presenta anulada desde el mismo momento de su alumbramiento.
La vida y la muerte de cualquiera de ellos, siempre era valorada en términos de importancia estratégica política y sus repercusiones futuras.
A los guionistas, quizás, se les ha ido un poco la mano en las en ocasiones demasiado almibaradas escenas de amor, de difícil comprensión en gente tosca y burda, por muy reyes que fueran. Pero, es inevitable en este tipo de producciones el ceder a los encantos del amor sensiblero, poco habitual en la época.

No me extenderé más porque en otras entradas del Blog ya me he referido a algunos personajes de la serie. Una serie que es altamente recomendable visualizar, por su calidad y por retratarnos una época de la Historia de España que fue de una enorme importancia para el futuro que llegó después. Muchos de nuestros éxitos, al menos en apariencia; y muchos de nuestros fracasos como nación, se gestaron en estos años en los que se centra el relato.
¿ Hubiera sido otra la historia de España si los protagonistas hubieran actuado de manera diferente? Seguro; pero, lo que no sabemos ni sabremos es si hubiera sido para bien o para mal.
¿ Qué hubiera ocurrido si al trono de Castilla hubiera llegado la princesa Juana "La Beltraneja", en lugar de Isabel I de castilla? Pues, evidentemente, nunca lo sabremos. Esos son los misterios del destino que acompañan a los pueblos.