Casi desde el momento de la concepción, el individuo es sujeto de
Derechos y de Obligaciones.
Ambos conceptos, en el ámbito jurídico, son aplicables y exigibles
a la persona.
Las obligaciones, como tales, deben ser cumplidas.
Los derechos, casi todos, son ejercidos a voluntad del sujeto.
Puede decidir, en cada momento, qué derechos ejercer, o no ejercer.
Sin embargo, existe un derecho que nos ha sido usurpado a toda la
Sociedad, y son otros quienes lo administran. Ese derecho es el de información.
En los recientes atentados ocurridos en Barcelona, he podido
observar que mi derecho a ser informado fue conculcado de manera flagrante, continuada,
e irresponsable.
El día de los hechos, los Medios de Comunicación decidieron que yo
iba a ejercer mi derecho a ser informado; todo ello sin mi consentimiento.
Todos a una, comenzaron a “informarme”
de lo que ocurría en la Ciudad Condal.
No tardé mucho en darme cuenta de que no me estaban informando de
casi nada; por la simple razón de que casi nada sabían.
En un continuado despropósito, pudieron a mi disposición toda una
catarata informativa sobre hechos,
actos, o situaciones que no habían sido contrastadas, y que la mayoría de
ellas, ni siquiera habían sucedido.
En aquel torrente descontrolado de falacias, especulaciones, e
incluyo intuyo que inventos, no faltaba de nada.
Los tiroteos, pasaban del Mercado de la Boquería, al Corte Ingles.
Atrincheramiento de uno o varios terroristas que habían tomado rehenes en un
restaurante turco llamado “Estambul”
situado en las inmediaciones donde se habían producido los hechos.
Todo eran suposiciones y especulaciones, sobre lo que ni siquiera
estaba ocurriendo.
Reporteros desplazados al lugar de los hechos, eran preguntados
una y otra vez sobre lo que ocurría, cuando desde su posición nada veían.
Entrevistaban a testigos a que no habían sido testigos de nada; todo con el
objetivo, supongo, de mantener en el tiempo una información que de nada
informaba.
Un Medio de Comunicación responsable, habría informado de lo que
sabía con certeza, y habría interrumpido la esperpéntica transmisión hasta
conocer la verdad de lo ocurrido, y haber sido contrastada la información con
los medios oficiales.
Es mi derecho, y es su obligación, proporcionar información veraz y verificada.
Los Medios de Comunicación tienen el derecho a informar; pero,
unido a ese derecho está la obligación de cumplir los principios que esa
información debe cumplir.
La información debe ser veraz, contrastada, ponderada, responsable,
y necesaria.
En los hechos acaecidos en Barcelona, los Medios de Comunicación
han osado conculcar otros derechos, aún más importantes, a muchos ciudadanos.
A los muertos, a los heridos, a las personas angustiadas, les han
usurpado su derecho a la intimidad. Porque los muertos, aunque muertos, no han
perdido su derecho a la dignidad y al respeto.
Los heridos tienen el derecho a que su cuerpo destrozado, no sea
exhibido en un inmenso escaparate.
Quienes con el rostro desencajado por la angustia y el
desconcierto corrían despavoridos, o habían quedado inmovilizados por el miedo,
también tienen derecho a que su imagen y su persona sean respetadas.
Pero el llamado “Cuarto
Poder” no entiende de los derechos de otros; ni se preocupa por respetar a
las personas. Se enfundan en su supuesto derecho a informar, cuando ese derecho
no es tal. Son los ciudadanos los que modulan ese derecho, y no los Medios de
Comunicación.
Ningún Medio de Comunicación, ni periodista, ni reportero, tiene
el derecho a darme como información cierta y contrastada, algo que no lo es.
Ningún reportero tiene el derecho de difundir la imagen de mi cadáver;
ni de mi cuerpo destrozado; ni de mis carnes desgarradas, y de mi intimidad
corporal.
¿Tiene un reportero derecho a mostrar mi cuerpo desnudo y
ensangrentado al mundo entero? No, no lo tiene.
Pero una vez que los derechos son pisoteados, nada se puede hacer.
Nuestros derechos son continuamente torcidos por quienes nos los
usurpan a golpe de cámara, o micrófono.